Historia breve de Perijá N° 8

«Nuestra Señora del Rosario» Autor: Murillo,1650

TRANCES DE PARTO EN 1807

Revisando los libros parroquiales de ese año en la Iglesia de “Nuestra Señora del Rosario” de la Villa de Perija (única parroquia existente entonces en toda la región perijanera), encontramos el registro de una cadena de ingratos sucesos ocurridos en el corto transcurso de 5 días, que debieron llenar de lágrimas a nuestros antepasados y poner a doblar con mucha tristeza sus campanas:

El día 27 de junio de 1807 es sepultado en el cementerio de párvulos de la Villa, en oficio realizado por el Párroco, Presbítero Don Antonio María Romana, un niño de nombre Joseph Antonio, que había nacido y fue bautizado el día anterior. En las partidas de bautismo y defunción se registra que era hijo legítimo de Joseph del Rosario Márquez, “blanco natural de Maracaybo”, y de Doña María de la Candelaria Urreiztieta, “natural de esta villa”, y “ambos de este vecindario”. Es casi seguro que este bebé haya fallecido de alguna complicación relacionada con el parto.

El mismo día 27 de junio,  a unos 25 kilómetros al sur de la villa, en San Fidel del Apón,  pueblo de indios motilones (actuales barí, posiblemente) que había sido fundado en 1799 por los misioneros capuchinos de la provincia de Navarra, el Presidente de dicho pueblo Fray Matías del Redal dio sepultura en su cementerio a un niño que murió al nacer, hijo legítimo de Don Gabriel Duarte y Petronila Galván. Este niño, registrado sin nombre, tuvo que ser bautizado “privadamente por urgente necesidad” por una vecina de nombre Juana Gutiérrez. El hecho de que no tuviera nombre sugiere que murió inmediatamente al nacer, o quizás que nació muerto. Es posible que sus padres, Don Gabriel y Petronila, residieran en algún hato en las cercanías del río Apón y del mencionado pueblo de San Fidel.

Dos recién nacidos muertos el mismo día puede parecer mucho, pero allí no pararía la tragedia de esas familias. Al día siguiente, 28 de junio, Petronila Galván fue sepultada en la propia iglesia parroquial de la villa de Perijá por el padre Romana, el cual refiere que ella “recibió los sacramentos de la Penitencia y Extremaunción”, pero no la Comunión “por tener continuos vómitos”. Víctima seguramente de una complicación del parto, Petronila partió en pos del angelito que se le murió en San Fidel del Apón.

Cuatro días más tarde, el 2 de julio, Doña María de la Candelaria Urreiztieta se iría también a la eternidad, cinco días después de la muerte de su bebé recién nacido, Joseph Antonio. En su caso, pudo ser confortada con todos los sacramentos, y fue sepultada en la misma iglesia por el párroco, Padre Romana. En menos de una semana, en una comunidad todavía muy pequeña, dos madres fallecidas con sus hijos recién nacidos.

El trance del parto era muy temido por nuestros antepasados perijaneros, tal como lo era entonces por toda la humanidad. Las madres afrontaban ese trance con el sólo auxilio de su fe, y el ánimo de sus comadronas y familiares. Eran comunes los entierros de niños pequeños y la viudez, muchas veces repetida, de nuestros tatarabuelos y bisabuelos perijaneros en los siglos XVIII, XIX y hasta bien avanzado el siglo XX. Lo ocurrido en esa semana de 1807 ilustra crudamente esa realidad de la época.

Acerca de derechodepalabra

Nerio Enrique Romero González: Médico de familia y profesor universitario. Aficionado al estudio de la historia, incursionando en ese campo, investigando y publicando
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Una respuesta a Historia breve de Perijá N° 8

  1. Saludos amigo Nerio; definitivamente extraordinaria investigación. Estos puntos son los eventos que necesitamos de atrevidos autores como tu; investigaciones que nos hagan recordar de donde venimos; pero más que esto transportarnos a contextos tan solitarios del génesis de nuestros pueblos Perijaneros; sin embargo maravillosos para los atrevidos artístas de la pluma su descripción histórica y para los que creemos en la literatura como magia comunicacional. Dios te Bendiga amigo. Palante. Prof. Félix (Tico) Goidas.

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